Cevin Parker | Capturando la psique humana a través del arte sostenible
En el vasto paisaje de la creación contemporánea, pocos artistas exploran la topografía emocional de la mente humana con tanta emoción y profundidad como Cevin Parker. Conocido por sus composiciones oníricas y de múltiples capas, este artista afincado en Berlín se ha convertido en una voz distintiva del arte sostenible, no por el uso evidente de materiales reciclados, sino por una filosofía que entiende la creatividad en sí misma como una fuerza renovable.
Las pinturas, instalaciones y obras digitales de Parker se despliegan como mapas psíquicos. Paletas de colores suaves se encuentran con texturas acrílicas táctiles y fragmentos digitales que brillan como huellas de la memoria. Su práctica se mueve con fluidez entre lo tangible y lo virtual, revelando cómo ambos mundos pueden fundirse en un solo y poético continuo.
Artista autodidacta guiado por la intuición y los sueños recurrentes, Parker traduce el subconsciente en forma visual. Sus obras no son ilustraciones de sueños, sino traducciones de su lógica, la lógica fluida de la emoción. “Para mí, el color está vivo”, dice. “Es un lenguaje que no deja de cambiar. Puede expresar lo que las palabras no pueden.”
«La ternura sobrevive allí donde dejamos de medirnos y simplemente nos permitimos ser.» – Cevin Parker.






Expedición al interior | Entrevista con Cevin Parker
Sueles describir tus obras como “expediciones”. ¿Qué estás explorando?
Cuando hablo de expediciones, me refiero menos a un viaje hacia afuera y más a un viaje hacia adentro. Mis pinturas son como mapas que toman forma mientras aún no sé dónde estoy. Sigo rastros: una sensación, un recuerdo, un fragmento de sueño, y me dejo guiar sin un destino fijo. Es un movimiento hacia lo desconocido, hacia el entrelugar. Para mí, una expedición significa arriesgarme a descubrirme de nuevo.
Los sueños desempeñan un papel central en tu proceso. ¿Cómo trabajas con ellos?
Los sueños son mensajes de una profundidad a la que no puedo acceder durante el día. A menudo solo recuerdo fragmentos: una luz, un color, un estado de ánimo. Pero ahí reside su poder: no son lógicos, son emocionales. En el lienzo intento no ilustrar esos fragmentos, sino traducirlos a una nueva forma. A menudo pinto la sensación que tuve en el sueño: flotar, caer, anhelar. Es como traducir un idioma que no tiene palabras.
Si la sociedad tuviera un cuerpo hoy, ¿dónde le duele, dónde está insensible y qué está sobreentrenado?
El dolor está en el corazón, el lugar donde deberíamos sentir amor y empatía. Estamos tan entrenados para el rendimiento que rara vez permitimos una verdadera cercanía. Estamos insensibles en los lugares que reprimimos: la crisis climática, la desaparición de la naturaleza, la soledad que tantas personas sienten. Y estamos sobreentrenados en todo lo que brilla: eficiencia, optimización, disponibilidad constante. Nuestro cuerpo colectivo está en un entrenamiento de alto rendimiento permanente, pero los músculos que necesitamos para la ternura, la vulnerabilidad y la lentitud están casi atrofiados.
¿Qué color y temperatura capturan el estado de ánimo colectivo de 2025?
Para mí, este año tiene el color de un violeta frío y pálido que a veces se inclina hacia el gris. No es oscuro, pero tampoco verdaderamente cálido: es más bien un estado intermedio. En él se mezcla un amarillo que se siente como una esperanza cautelosa, pero que aún no tiene la fuerza para abrirse paso. La temperatura es como el aire de la mañana temprano: fresco, claro, un poco distante, pero con la promesa de que el calor aún podría llegar.
Berlín, inquieta, estratificada, a veces severa. ¿Cómo alimenta la ciudad tu obra?
Berlín te obliga a mantenerte despierto. La ciudad está llena de fracturas y contradicciones, igual que mis pinturas. Está la dureza de la arquitectura, las huellas de la historia, la energía de su gente. Berlín es un motor que a veces te abruma, pero esa es su fuerza: no te deja dormirte. Cuando voy a Mallorca, siento que entro en otra parte de mí mismo. Allí hay luz, mar y amplitud. Mis obras se vuelven más suaves, más fluidas, casi como un suspiro. Ambos mundos me moldean. Berlín es el precipicio, Mallorca es el horizonte, y mi arte se mueve entre ellos.
¿La estética de la suavidad –la tecnología sin fisuras, la piel pulida– oculta fracturas más profundas?
Absolutamente. La suavidad es una máscara. Irradia control y perfección, pero eso solo demuestra que algo se oculta debajo. Cuando todo es impecable, me pregunto: ¿qué se está tapando aquí? Mi trabajo se siente atraído por esas grietas. Quiero crear espacios donde la imperfección se vuelva visible, no como un defecto, sino como una verdad.
¿Dónde sobrevive la ternura en una cultura optimizada para la velocidad y las métricas?
En los momentos más pequeños. En una mirada silenciosa, en el silencio mismo, en la mano de una hija envolviendo tus dedos. En mi arte intento llevar la ternura a través de colores que no gritan, sino que respiran. A través de transiciones que fluyen lentamente. A través de lugares que pueden seguir siendo discretos. La ternura sobrevive allí donde dejamos de medirnos y simplemente nos permitimos ser.
«Nuestro cuerpo colectivo está en un entrenamiento de alto rendimiento permanente, pero los músculos que necesitamos para la ternura, la vulnerabilidad y la lentitud están casi atrofiados.» – Cevin Parker.

¿Cómo traduces el miedo climático –esa violencia lenta– al lenguaje de la luz?
Veo la crisis climática como una amenaza silenciosa, que no llega con un estallido, sino como una desaparición gradual. En mis pinturas intento crear esa atmósfera: una luz que se debilita, superficies que se deshilachan, sombras que siguen expandiéndose. Es menos un grito que una respiración larga que finalmente se quiebra. El arte puede hacer tangible esa lentitud, para que ya no pueda ser ignorada.
¿Estamos confundiendo la visibilidad con el significado, la viralidad con el valor?
Muy a menudo. Vivimos en una época en la que los números se tratan como verdades. Pero las cosas que tienen significado para mí –una experiencia silenciosa, un momento íntimo, una imagen tranquila– nunca se harán virales. Y, sin embargo, ahí es donde reside el valor. Me lo recuerdo a mí mismo: la visibilidad es solo una ilusión. La profundidad permanece invisible.
¿Cómo edita la curaduría algorítmica nuestros recuerdos antes de que los hayamos creado?
Se nos alimenta con imágenes mucho antes de que creemos las nuestras. Cuando viajas, ya llevas las fotos de Instagram en la cabeza antes de llegar. Así que ya no recordamos libremente, sino según plantillas. Eso me entristece. Los recuerdos deberían ser crudos, caóticos, personales. Pero los algoritmos ya han comenzado a editarlos antes incluso de que nazcan.
¿Cómo sientes el agotamiento y cómo evitas convertirlo en decoración?
El agotamiento no es una tendencia, sino una condición. Se muestra en líneas temblorosas, en colores que han perdido brillo, en superficies que parecen inacabadas. Intento no romantizarlo. Mis lienzos pueden verse cansados, fracturados, incompletos. El agotamiento es real y merece ser tomado en serio, no convertido en una estética, sino sostenido como un espejo de nuestro tiempo.
¿Dónde vive la esperanza ahora: en la reparación, la revuelta o el ritual?
La esperanza es una tríada. En la reparación, cuando dejamos de desechar y comenzamos a sanar: las relaciones, la naturaleza, a nosotros mismos. En la revuelta, cuando decimos: así no. Y en los rituales que nos arraigan: pequeños actos que nos recuerdan cada día que el sentido aún existe. Para mí, la esperanza a menudo vive en rituales simples: cocinar, caminar, estar cerca de mi hija.
¿En qué estás trabajando ahora?
Estoy trabajando en pinturas que juegan más con las capas: nieblas de spray que se borran de nuevo, superficies que empiezan a desvanecerse antes de estar completamente presentes. Me fascina la tensión entre aparecer y desvanecerse. Al mismo tiempo, estoy explorando cómo los elementos digitales, como la realidad aumentada, pueden ampliar mi pintura; no para celebrar la tecnología, sino para permitir que los sueños y la realidad fluyan más profundamente entre sí. Mi mayor inspiración, sin embargo, es mi hija. Gracias a ella recuerdo cada día que la creatividad es, esencialmente, un juego: un espacio donde los errores no se temen, sino que abren nuevas puertas.
“Cuando viajas, ya llevas las fotos de Instagram en la cabeza antes de llegar. Así que ya no recordamos libremente, sino según plantillas. Eso me entristece. Los recuerdos deberían ser crudos, caóticos, personales. Pero los algoritmos ya han comenzado a editarlos antes incluso de que nazcan”.– Cevin Parker.

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© Courtesy by Cevin Parker
