
CVH Ceràmica | Donde la Tierra se encuentra con el Alma en una Isla de Luz
En los paisajes silenciosos de Menorca, donde el mar se funde con el cielo en tonalidades siempre cambiantes, la ceramista Cristina Vila-Homs ha encontrado tanto refugio como ritmo. A través de su marca CVH Ceràmica, crea piezas minimalistas de gres de alta temperatura que reflejan una vida vivida con calma y propósito.
Lo que comenzó como una forma de meditación personal se ha convertido en una práctica consciente arraigada en la sostenibilidad, la sencillez y una profunda conexión con uno mismo. Cada pieza que crea —terrenal y esencial— cuenta la historia de la presencia, la paciencia y el poder de trabajar con las manos.
La cerámica como meditación: La historia de Cristina Vila-Homs
Para Cristina Vila-Homs, la cerámica nunca fue solo un oficio —fue una forma de calmar la mente. Lo que comenzó como una meditación personal evolucionó hasta convertirse en CVH Ceràmica, un estudio lleno de alma, enclavado en la quietud de Menorca. «Al principio no tenía un proceso», comparte Cristina. «Simplemente aprendí del barro mientras trabajaba con él».
Hace seis años se mudó a la isla junto a su pareja. Fue aquí donde la cerámica se transformó en algo más que una práctica: se convirtió en una compañera. «Es algo a lo que vuelvo siempre que lo necesito», dice. «Siempre ha sido una relación sana». Sus formas son elementales —cuencos, tazas, jarrones—, rara vez con asas, siempre funcionales, nunca ornamentales.

Forjada en silencio, nacida de la paciencia
El proceso es lento e intencional. Cristina modela cada pieza a mano, guiada no por bocetos, sino por el instinto. Trabaja sola, casi siempre en silencio, permitiendo que el acto de creación le despeje la mente. «Empecé a trabajar con arcilla cuando mi madre estaba enferma», cuenta. «Me vacía tanto la mente que, a veces, yo misma me sorprendo de lo que he creado».
Cada pieza es un viaje: modelado, secado (afectado por la humedad de Menorca), recorte, primera cocción, esmaltado y una segunda cocción a alta temperatura. El nacimiento de una pieza puede tardar hasta 15 días. «No puedes abrir el horno hasta que se enfría —pone los nervios a prueba, pero te enseña paciencia».





Sostenibilidad y raíces locales
Nada se desperdicia. La arcilla sobrante se tritura, se rehidrata y se reutiliza. Sus creaciones se venden principalmente en Menorca, en lugares cuidadosamente seleccionados como NUMA, un centro artístico que reúne a artesanos locales. Cristina también ofrece clases íntimas de torno para una o dos personas, introduciendo a los alumnos en el ritmo y la paciencia que definen su oficio. «No te llevarás nada a casa el mismo día», sonríe. «Se trata de aprender el tiempo que la cerámica realmente necesita».
Una vida isleña entre arcilla
Las estaciones de Menorca moldean la vida y el trabajo de Cristina. El invierno es silencioso e introspectivo, mientras que el verano invita a una vida al aire libre, llena de energía. «Se necesita cierta madurez para vivir aquí», dice. «Menorca es solitaria — tienes que estar bien contigo misma. La cerámica me acompaña. Es una conversación conmigo».
Al mirar hacia el mar, encuentra una fuente inagotable de inspiración. «Los colores del mar junto al cielo… me conmueven más que las playas. Mis arcillas siempre me llevan de vuelta a esa vista».
