
El peligroso auge de la misoginia digital: adoctrinados por el algoritmo
Nos encanta una serie que no solo entretiene, sino que también revela algo crudo e inquietante sobre el mundo. Algo que te hace reflexionar. Recientemente, Adolescence logró precisamente eso —no porque fuera impactante por puro dramatismo, sino porque actuó como un espejo que refleja las realidades preocupantes a las que nos enfrentamos hoy. Es ese tipo de narrativa que se niega a edulcorar los hechos, y agradecemos que arroje luz sobre temas tan importantes.
Vivimos en una época en la que las mentes jóvenes son más influenciables que nunca, y sus perspectivas se moldean no solo por los padres, las escuelas y los amigos, sino también por las voces que gritan desde las pantallas de sus teléfonos. Figuras públicas como Andrew Tate y Nigel Farage han construido reinos digitales, cautivando a los desilusionados, los enfadados y los perdidos. Estos hombres (y otros como ellos) venden una visión de hipermasculinidad envuelta en misoginia, convenciendo a los chicos jóvenes de que el dominio equivale a poder, de que las mujeres existen para ser conquistadas y de que la agresividad es la moneda del respeto.
Es fácil descartarlos como simples influencers que se alimentan de la rabia, pero su alcance es corrosivo. El término incel (que antes era una etiqueta oscura en Internet) ahora lo utilizan niños que apenas tienen edad para comprender su peso. A través de vídeos en YouTube, algoritmos de TikTok y pódcast, su retórica se infiltra en las mentes de chicos que apenas comienzan a entender su propia identidad. ¿Y qué les están diciendo?
Que las mujeres son propiedad de los hombres, incapaces de ser leales y que deberían “asumir la responsabilidad” de ser agredidas sexualmente. Que ser un “hombre de verdad” significa adoptar la píldora roja, rechazar la empatía y ver las relaciones como un campo de batalla donde debe imponerse la dominación. Que el éxito se mide en cuerpos acumulados, sumisión y capacidad de control. ¿El resultado? Una generación que está siendo condicionada a creer que el respeto es debilidad, que la bondad es un defecto y que las mujeres existen para ser conquistadas y no comprendidas.

La violencia contra las mujeres se ha convertido en una emergencia nacional
No es una coincidencia que la violencia contra las mujeres se haya convertido en una emergencia nacional. Datos recientes indican que más de dos millones de mujeres en Inglaterra y Gales son víctimas cada año de violencia perpetrada por hombres, incluyendo delitos como el acoso, el hostigamiento, las agresiones sexuales y la violencia doméstica. Alarmantemente, estos delitos han aumentado un 37 % en los últimos cinco años, y los agresores son cada vez más jóvenes.
A esta problemática se suma el fácil acceso a la pornografía agresiva. Con contenido explícito a solo un clic de distancia —y muchas veces descubierto antes de la pubertad— los jóvenes están expuestos a representaciones del sexo como un acto transaccional y violento, totalmente carente de intimidad y respeto mutuo. Esta exposición distorsiona su comprensión de las relaciones sexuales, normalizando la agresión y la fuerza. Al reconocer la gravedad de esta influencia, se han alzado voces que exigen la prohibición de contenidos extremos, como la pornografía que representa estrangulamientos. Un informe independiente para el gobierno del Reino Unido recomendó ilegalizar este tipo de contenido, subrayando la urgencia de abordar la escalada de material sexual violento en internet. “Las pruebas son abrumadoras: permitir que las personas vean pornografía legal pero dañina, como el sexo con asfixia, actos violentos y degradantes, e incluso contenido que podría fomentar el abuso sexual infantil, está teniendo un impacto negativo en los niños y en la sociedad”, afirma la parlamentaria conservadora Gabby Bertin. “La legislación debe reforzarse con una regulación más proactiva de las plataformas digitales.”

La masculinidad tóxica se está convirtiendo en una creencia cada vez más dominante
Las consecuencias de esta exposición sin control son profundas. Estamos presenciando el inicio de una generación moldeada por una visión distorsionada de las relaciones humanas. Esta mentalidad sostiene una cultura que disminuye el respeto y promueve la violencia hacia los demás. Abordar esta crisis implica aplicar regulaciones más estrictas, educar a los jóvenes sobre el consentimiento y las relaciones, y transformar una cultura que se niega a tolerar la misoginia.
Esto no se trata solo de una serie o de unos cuantos influencers problemáticos. Se trata de cómo nuestro mundo digital está moldeando comportamientos en la vida real y de las consecuencias que ya estamos viendo desarrollarse. Adolescence me hizo reflexionar más profundamente sobre este tema, y valoro su disposición a enfrentar estas verdades incómodas. Pero necesitamos más que una sola serie que aborde estos temas: necesitamos conversaciones continuas, un cambio real y un esfuerzo colectivo para desafiar las narrativas que están deformando las mentes jóvenes.
La belleza del arte de contar historias radica en su capacidad para revelar lo que a menudo nos negamos a ver. Los mejores medios no solo entretienen: nos sacuden, nos obligan a enfrentar las realidades que preferimos ignorar. Esto no es solo una narrativa ficticia: está ocurriendo. Ahora mismo. Y si no hablamos de ello, nos volvemos cómplices.
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Aoife Morrall
Luxiders Magazine
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