El papel del arte en el cambio climático

 

 

El arte ha sido el heraldo de cambios socioculturales. Si bien alivia —y embellece— la turbulencia que provocan estos cambios, también convierte conceptos abstractos en experiencias palpables que nuestra imaginación no pueden convocar de otra manera. Hoy en día, el papel del arte para comprender el cambio climático es fundamental.

 

 
 

El arte es la musa de la vida humana: es persuasivo, evocador e inspirador. Ya sea su mensaje directo o indirecto, el arte invita a los asistentes a involucrarse íntimamente con su psique humana a través de experiencias cognitivas, emocionales y sensuales. De ahí que tenga la capacidad de abordar problemas complejos y brindar apoyo creando espacios de reflexión donde confluyen creatividad, innovación y respuesta emocional.

No decimos que el arte proporcione soluciones. Este ha sido siempre el largo debate entre los investigadores que quieren probar o invalidar la eficiencia del arte: que el arte, en una sociedad orientada a resultados, debe cumplir un propósito cuyo impacto pueda medirse. Alejándonos de tomar un punto de vista en esta disidencia, estamos de acuerdo en que las formas multidisciplinarias de comunicación que se encuentran en el arte pueden generar conciencia y provocar cambios en la mentalidad a nivel personal. Y esos cambios son muy necesarios para enfrentar y crear un cambio sistemático frente a una emergencia climática.

 
 

Lo que hace que el arte sea un contribuyente único es su libertad para realizar exploraciones abiertas de cualquier tema a través de un conjunto de prácticas en constante expansión que no están vinculadas a 'resultados' o 'soluciones' determinadas” - Diego Galafassi, en 'Raising the temperature: the arts in a warming planet.' 

 
 
 
 

ARTE, CIENCIA Y CAMBIO CLIMÁTICO

Las noticias sobre ríos indelebles de basura han estado inundando los titulares en los últimos años, sin embargo, estos torrentes caen en números y su prevalencia física solo es vista por aquellos cuyo patio delantero es un vertedero. Desafortunadamente, eso hace que la gran cantidad de modelos que explican los efectos irreversibles del cambio climático sean difíciles de imaginar, ya que la imagen de tales consecuencias catastróficas es bastante abstracta.

El arte y la ciencia surgieron de la misma semilla: la que alimenta la búsqueda de la comprensión y el encuadre de la experiencia humana. Y aunque se consideran dos campos diferentes, con sus propias aplicaciones y uso del lenguaje, son complementarios. La ciencia persigue la realidad en términos de datos, y el arte transforma los datos en entornos que conectan a los humanos con un mundo vivo más amplio. De ahí que el papel del arte sea clave para comunicar de manera eficaz los desafíos vinculados al cambio climático, ya que puede hacer que los datos científicos sean más accesibles.

 
 
 
 
 

Las ansiedades relacionadas con el clima se han extendido durante la última década. Con ello, se han incrementado considerablemente los proyectos de arte que visualizan y yuxtaponen efectos y riesgos del cambio climático con el objetivo de crear una nueva conciencia intelectual y emocional, según una investigación realizada por Diego Galafassi y su equipo. Estos proyectos hablan de las complejidades de la alteración del clima de una manera que podemos relacionarnos con ella y, a medida que aumentan en número, no solo brindan más visibilidad sino también más posibilidades en la mente de las personas.

El antropoceno, un término utilizado para referirse a la época geológica actual donde la actividad humana tiene un impacto significativo en el clima y los ecosistemas, ha sido el tema subyacente de muchas exposiciones en los últimos tres años. Exploran el significado de la naturaleza: como pensamos que es, como nos gustaría que fuera, como la recordamos y como probablemente la olvidaremos, siempre en relación con el hombre.

La diseñadora de la instalación Resurrecting the sublime, Alexandra Daisy Ginsberg, lo transmitió de manera similar cuando su serie de fragancias extraídas de flores extintas se presentó por primera vez durante la exposición La Fabrique du Vivant en el Centre Pompidou de París. Las fragancias, cuya secuencia genética fue resintetizada a partir de flores almacenadas en los Herbarios de la Universidad de Harvard, son el resultado de la intervención humana y la expropiación donde la fauna y la flora son especímenes a la vista, sujetos a exploración humana.

 

 
 
 
 

Y mientras el proyecto en curso Resurrecting the sublime, dirigido por Ginkgo Bioworks, la directora creativa Dra. Christina Agapakis, nos devuelve a un período misterioso y evocador, Falling Birds de Helena Hunter, crea un espacio para la nostalgia y el dolor. Su proyecto, desarrollado durante su residencia en Horniman, presenta imágenes de rayos X de especímenes de aves extintas y en peligro de extinción. Su ensayo audiovisual indaga qué puede ocultar y revelar el canto de estas razas. Al hacerlo, Helena se aleja de los números sombríos para enfatizar un tema más amplio: la pérdida de canciones y cuentos que estos especímenes gorjean si se extinguieran. Uno de los poemas que presenta Helena reflexiona: “¿Qué hacemos con los restos? ¿Olvidar o recordar más claramente? Falling Birds se exhibe en la galería Horniman en Londres hasta octubre de 2021.

 
 
 
 
 
 

Más sutilmente, Breathe de Diego Galafassi, desarrollado en una residencia en Phi Center en Montreal, ofrece una experiencia de 12 minutos que rastrea el movimiento corporal y la respiración. Las experiencias inmersivas permiten a los participantes visualizar en tiempo real sus patrones de respiración, sonido y movimiento. Su proyecto pretende poner en perspectiva una experiencia cotidiana ordinaria que pertenece a un mundo complejo interconectado e influenciado por todos sus elementos.

 
 
 
 
 
 
 

Y mientras algunas obras de arte apelan a estados emocionales y otras ofrecen experiencias sensoriales, otros proyectos enfocan los aspectos más visibles, o normalizados, del cambio climático como Everything alive here is dead: An exercise in listening, de Alicia Escott, quien recientemente expuso en el Centro de Arte de Berkeley en California. La instalación de Alicia despliega las discrepancias entre el enredo de la naturaleza y el entorno artificial, donde las ramas de los robles se conjugan con la flor inorgánica del capitalismo tardío: una configuración poética de la naturaleza y iPods, cables, plásticos desechados. Su trabajo ejemplifica la alternancia normalizada pero intrusiva de elementos ambientales y socioeconómicos.

 
 
 
 
 
 
 
 
 

Diferentes respuestas de los artistas abordan la pérdida de la biosfera al tiempo que apelan a sentimientos de nostalgia, dolor, trauma, aceptación. Su trabajo no apunta a proponer soluciones estructurales sino a centrar a las personas como la solución, donde la respuesta emocional de los individuos a problemas relacionados con su experiencia humana puede conducir a cambios colectivos en los comportamientos. Como tal, el papel del arte, como lo vemos ahora, es replantear las complejidades devastadoras del cambio climático en un diálogo cara a cara. En esta conversación, el arte puede impulsar el aprendizaje social y, en última instancia, desafiar y transformar nuestra relación con la Tierra.

 

 

   +  Words: Alejandra Espinosa, Luxiders Magazine Editor

Liberal Arts graduate | Berlin-based writer

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